París, 6 oct (EFE).- Echó a andar con el cine mudo, proyectó filmes para los inmigrantes del Magreb y fue brevemente discoteca. El Louxor, la sala de inspiración egipcia de las mil metamorfosis, cumple hoy un siglo como un singular punto cultural de París.
Su exótica arquitectura es lo primero que llama la atención de esta legendaria sala situada en una degradada zona del norte de París, dominada por el tráfico de tabaco y de droga. ¿Qué hace un templo de inspiración egipcia en medio de los cartesianos edificios del París de Haussmann?
Adquirido en 1919 por Henri Silberberg, un empresario seducido por la invención de los hermanos Lumière, el edificio entre el Bulevar Magenta y el de la Chapelle fue concebido y decorado con un estilo neoegipcio, un movimiento ecléctico en boga en el siglo XIX.
Bautizado como cine Louxor (Lúxor en español) en homenaje a la ciudad egipcia en las orillas del Nilo, su arquitecto fue el turco naturalizado francés Henri-André Zipcy (1873-1950). El por qué de la elección de este osado estilo, que mezcla lo imponente de su fachada con jeroglíficos, motivos florales, esfinges y arabescos, es todavía una incógnita.
El local vive enseguida el primero de sus numerosos sobresaltos. Al año y medio de su apertura, el propietario Silberberg entra en bancarrota y muere poco después. En 1922 la sala pasa a manos de Cinemas Lutétia y en 1929 lo adquiere el grupo Pathé.
Es entonces cuando disfruta de su época dorada, coincidiendo con el fin del cine mudo y el comienzo del sonoro, con las grandes producciones del Hollywood clásico, pero también con las del cine francés.
"Es una sala que proyecta filmes importantes, ya sean extranjeros o franceses, como 'La Bella y la Bestia' (1946, dirigida por el legendario Jean Cocteau) o 'Brief Encounter '(1945, del británico David Lean) ", explica en declaraciones a EFE el actual director de la sala, Emmanuel Papillon.
Sus 1.140 plazas, distribuidas en tres niveles, se quedaban en algunas ocasiones insuficientes para la afluencia. "Llegamos a contar con 700.000 entradas en un año. Es una cifra increíble", comenta Papillon.
CINE PARA EL PÚBLICO MAGREBÍ
En los años 70 otra pirueta en la historia del Louxor. Cambia su programación para convertirse en una sala referente para los inmigrantes magrebíes que residían en la zona norte y noreste de París.
"Se exhiben comedias musicales indias y egipcias con mucho éxito, subtituladas en árabe y en francés", relata Papillon. En esa época, el Louxor es lugar de peregrinaje también de artistas y escritores del "underground" parisino. El español Juan Goytisolo (1931-2017) fue uno de ellos.
Pero a partir de entonces, la decadencia. La televisión, las cintas Beta y VHS y el nacimiento de las multisalas llevan a cines como el Louxor, con una sola pantalla, a un inexorable cierre.
Pasa tres décadas en la sombra, excepto por dos años en la década de los 80 (1986-1988) cuando se reconvirtió en discoteca, frecuentada por un público de las excolonias de las antillas francesas y por la comunidad gay.
A inicio de los 2000, asociaciones culturales y de vecinos se movilizan y el Ayuntamiento de París compra el local. Invierte 25 millones de euros en su restauración (parte de su decoración original se había perdido) y reabre al público en 2013 como una sala especializada en cine independiente.
Para llegar a los 100 años como uno de los cines con más solera de París, el Louxor ha tenido también que sobrevivir a una última prueba: la pandemia de covid-19, de la que salió adelante gracias a las generosas ayudas a la cultura del Estado francés. La última peripecia de la sala de las mil metamorfosis.
Antonio Torres del Cerro