La lluvia azotaba con fuerza en la ventana frente al escritorio de Amelia Tucson, coincidentemente reflejando el tormento que sentía en su interior desde el lanzamiento de “FICTION”, un software de escritura generado por inteligencia artificial, ahora líder en la industria.
FICTION podía producir en pocas horas un “thriller” o una apasionada historia de romance y, hacerlos exitosos en ventas. Las críticas elogiaban su impecable ritmo de narración y capacidad para desarrollar personajes. Amelia, quien era una escritora reconocida por su prosa cruda y emotiva, quedó obsoleta.
Los correos electrónicos de rechazo se acumulaban. “Gracias por su interés, Amelia, pero el trabajo de FICTION sobre este tema ha demostrado ser mucho más popular entre nuestros lectores”. El dolor de cada uno se sentía peor que el anterior.
En el pasado, los rechazos eran más bien insignias de honor, pruebas de perseverancia, de que necesitaba trabajar más duro. Pero ahora solo representan lápidas que marcan la muerte de sus sueños.
De repente, alguien tocó su puerta, era Álvaro Velarde, un viejo amigo quien también era escritor. En sus ojos podía ver la misma decepción, y dejándose caer en una silla le dijo: “Volvieron a rechazar mi historia”. Amelia suspiró y respondió: “No te preocupes Álvaro, este no es nuestro fin. Tal vez sólo necesitemos... adaptarnos”.
Entonces le surgió una idea: “Álvaro, ¿y si usáramos FICTION a nuestro favor?”
El ceño de él se frunció con un “¿Cómo?”.
“Le aportamos ideas, bocetos de personajes, tramas. Pero la magia, el alma que le damos a la historia...va a ser nuestra”.
Los ojos de Álvaro se iluminaron expresando: “Una colaboración entre humanos e IA, me parece una idea tonta, pero podría funcionar”.
Al día siguiente, su pequeño apartamento se transformó en una sala de guerra creativa. Diseñaron toda una amalgama de ideas sobre tramas, perfeccionaron a fondo las historias de los personajes y las insertaron en el software.
Los resultados fueron interesantes. La prosa de FICTION estaba bien elaborada; sin embargo, faltaba algo. Los personajes se sentían vacíos y carentes de emociones.
Pasaron semanas reescribiendo meticulosamente, inyectando sus propias experiencias, su propio humor, su propio dolor. Poco a poco, las historias cobraron vida.
Amelia redactaba un thriller de ciencia ficción sobre un robot que anhelaba la libertad y que resonaba con la profunda soledad que solo una persona de carne y hueso podría entender. Por su parte, Álvaro trabajaba en un romance distópico centrado en el poder de la conexión humana en medio de la desesperación.
Una vez terminados, intercambiaron los borradores de sus respectivas creaciones asistidas por la ayuda de inteligencia artificial para asegurar la calidad y descartar sus sendas inseguridades frente a la nueva modalidad.
Tras haber mutuamente reafirmado el contenido de sus historias, las enviaron a la revista literaria de su predilección. Ahora solamente quedaba esperar aguardando una respuesta.
Los días se convirtieron en semanas, cuando llegó el correo electrónico. Amelia estaba ansiosa, y al abrir el mensaje, vio lo que más temía: otro rechazo. Álvaro simplemente nunca recibió alguna respuesta.
Resignados, ambos se vieron en la obligación de dejar atrás sus aspiraciones de escribir y aceptando la nueva realidad buscaron otros oficios para poder vivir.
Amelia se convirtió en empleada doméstica para una familia adinerada en los suburbios de la ciudad, mientras Álvaro sirve hamburguesas en un establecimiento de comidas rápidas.
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*En la foto, Amelia Tucson y Álvaro Velarde, escritores de profesión, intentan demostrar el potencial de la creatividad humana frente a guiones de historias completamente producidos por inteligencia artificial. (FPK-AI/Imagen generada con instrucciones de Hugo Marín/junio.2024)