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Racismo, coloniaje e hispanidad: ¿Por qué se invisibilizan las diferencias culturales?

por Hugo Marín (hugo.marin@lamegamedia.com)


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En Estados Unidos nos llaman latinos, hispanos o latinx, e institucionalmente se dedica solo un mes del año para resaltar la historia, personalidad cultural y legado de todo un continente. 

Mi experiencia como inmigrante en este país, ha causado la necesidad de redefinir mi identidad y cuestionar cómo se me identifica dentro de las complejidades sociopolíticas, el racismo y el coloniaje moderno.  

Uso “genérico” y herencia hispana 

Los gentilicios “latino” e “hispano”, encapsulan de forma genérica a todo un continente e invisibilizan características propias y únicas de nuestros países de origen bajo un término eurocéntrico. 

“Latino” o “hispano” no distingue las diferencias culturales que nos definen, no reconoce la diferencia entre Argentina y Panamá, tampoco respeta nuestras raíces de pobladores originarios. En cambio, es alusivo a nuestros antiguos colonizadores. 

Similarmente, comprimir nuestro legado “hispano” a un mes, desliga aspectos fundamentales de la historia de Estados Unidos con el rol que jugaron países vecinos en su desarrollo nacional. 

Los Ángeles, en California, es la segunda ciudad más importante de los Estados Unidos y se posiciona como la tercera económicamente más poderosa a nivel global. Esta, al igual que todo el estado, fue parte de México, así como Texas, Arizona, Nuevo México, Nevada y Colorado. 

Por consiguiente, para aprender de EE. UU. sería necesario conocer la historia de México, sin embargo, esta no forma parte del currículo de enseñanza estandarizado en el sistema educativo del país, y el legado mexicano pasa a formar parte de estos 30 días dedicados a la “Herencia Hispana”. 

Racismo y colonialismo moderno

Históricamente, una de las herramientas utilizadas para mantener el dominio –y las implicaciones psicológicas que esto comprende– es que el grupo marginado no tenga o no reconozca su propia historia, fragmentando así su sentido de identidad y deslegitimizando prácticas culturales o desvalorizando símbolos que les caracterizan. 

En contraste, el legado irlandés e italiano, por ejemplo, no parecen estar diluidos en un término generalizado “europeo”. El estadounidense promedio distingue claramente la independencia cultural de ambas nacionalidades, y el consenso general percibe que su contribución al país forma parte intrínseca de la historia nacional.  

El racismo institucional es violento, deshumaniza y entorpece, entonces, atrapados en el proceso de asimilación, se promueve la desvalorización de lo propio, lo nativo, para en contraste resaltar lo “americano”, y como resultado se desarrolla el sentimiento de inferioridad. 

El enfoque colonial en los libros de historia recrea un entorno en el que nuestros ancestros africanos e indígenas eran personas dominadas, cuyo rol en la formación del país está mínimamente limitado a sirvientes y obreros.

Como reacción, se asocia el poderío político de Estados Unidos, sus costumbres y cultura como superiores, y al idioma inglés se le considera más sofisticado. 

Esta tendencia lleva a que las personas emulen el comportamiento estadounidense, interpretando su nivel de asimilación con prestigio o alto estatus social, no les enseñan español a sus hijos, y por vergüenza dejan atrás costumbres familiares y culturales. 

Mi propósito no es el de causar animosidad o crear diferencias, sino el de hacer un llamado a la reflexión y abrir paso a la conversación de nuestra identidad colectiva desde una perspectiva nueva y propia. 

 

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*Una madre indígena de la comarca Ngäbe Buglé, de Panamá, viste a su pequeña con un traje tradicional. Los conceptos “latino” o “hispano” no distinguen las diferencias culturales entre los países hispanoamericanos ni respetan las raíces de los pobladores originarios. (La Mega Nota/Elvia Skeens)

  

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