Shanghái (China), 6 sep (EFE).- En la frenética China, todo cambia a gran velocidad, y no es fácil mantener el ritmo sin que acabe pasando factura. Algunos jóvenes han tomado cartas en el asunto y, para sobrellevar el estrés diario, han redescubierto una práctica con raíces en el budismo: la meditación.
A la durísima competencia académica y laboral, los interminables horarios y los cada vez mayores costes de vida en las grandes ciudades chinas, en 2020 se sumó la pandemia de la covid-19, que, según un estudio del Centro de Salud Mental de Shanghái, provocó traumas psicológicos a casi un 35 % de los chinos.
Según el portal de noticias local Sixth Tone, pese al impacto de la covid en la actividad económica, durante 2020 el número de estudios de yoga subió un 9 %, una tendencia que -aunque no existen datos oficiales- también se ha replicado en otras prácticas similares como el ‘mindfulness’, técnica de meditación orientada a la consecución de la plena conciencia.
Huang Xinyi respondía precisamente al perfil de joven china triunfadora pero superada por el estrés: tras estudiar gestión inmobiliaria y cambiar posteriormente a moda y lujo, estuvo cinco años en París trabajando para Galeries Lafayette antes de volver a su país, donde abrió un exitoso estudio con el que ayudaba a diseñadores europeos a entrar en el mercado chino.
“A los 27 años ya había alcanzado un buen estatus financiero -explica a Efe-. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que ya no sabía qué más hacer con mi vida. Tenía dinero, una gran carrera por delante pero no tenía una vida propia”.
Así, con la idea de “dar algo positivo al mundo en la cabeza”, dejó su vida atrás y comenzó un viaje que le llevó a aprender técnicas de ‘mindfulness’ en España o Alemania, tras lo que volvió con 30 años recién cumplidos a su Shanghái natal para abrir su propio estudio, llamado Creative Shelter.
“COMO ENTRAR EN OTRO MUNDO”
Se trata de un pequeño local de un centro comercial en el corazón de la ciudad, decorado con telones que la propia Huang ha teñido usando la técnica ‘batik’ -empleada por grupos étnicos del suroeste de China- y pequeñas luces amarillas que iluminan la tarima, rodeada de una enorme cortina que aísla a los clientes del resto del mundo.
Delante, Huang golpea suavemente tres gong o toca unos boles de cristal blanco, generando “baños” de vibraciones que se sienten incluso a un par de metros de distancia y fomentan la relajación: “Hay quien piensa que puede grabar el sonido y hacerlo en casa, pero aquí perciben las vibraciones con todo el cuerpo. Algunos se quedan dormidos en 90 segundos”.
Las sesiones duran una hora y acogen a un máximo de 12 personas, con precios de unos 220 yuanes (28,7 euros), aunque también se ofrece un bono anual de unos 10.000 yuanes (1.300 euros), cuyos titulares acuden tres o cuatro veces por semana.
Quienes acuden a Creative Shelter “buscan soluciones y maneras para mejorar sus vidas”, ya sea porque se sienten atrapados en sus carreras profesionales o porque no son capaces de conciliar el sueño por la noche: “Algunos me dicen que aquí se sienten como si hubieran entrado en otro mundo”, celebra su fundadora.
Easy Wang, emprendedor y promotor de eventos benéficos, es uno de los clientes de Creative Shelter: “Todos los días me dedico a asuntos creativos y soy multitarea. Me encanta, pero a veces me deja la cabeza hecha un caos. El ‘mindfulness’ me ayuda a liberarme de la complejidad y a entrar en un mundo de simplicidad”.
“Te ayuda a tener la mente limpia a la hora de enfrentarte a los problemas y a tener más confianza y energía cada día”, explica a Efe.
UN PROBLEMA SIN RESOLVER
Aunque la meditación es algo que se puede hacer en casa -Huang asegura que no busca retener a sus clientes sino ayudarles a consolidar ese hábito-, la mayoría de los clientes vienen también en busca de “apoyo de grupo”.
El perfil más habitual entre los clientes de Creative Shelter es el de una oficinista de entre 23 y 45 años; en torno a ocho de cada diez son mujeres, algo que Huang atribuye a que tienen más costumbre de cuidarse.
A este respecto, Huang apunta que se está planteando abrir sesiones solo para hombres, “para que puedan hablar de sus verdaderos sentimientos y sobre las ansiedades que no quieren compartir con las mujeres”.
“Hay un problema de salud mental que no se está abordando lo suficiente. Algunos jóvenes chinos pasan la mayoría del tiempo viendo vídeos porque quieren huir de la realidad, y la mejor forma de hacerlo es no haciendo nada”, alerta.
El Gobierno chino parece haber tomado nota del problema, con planes específicos para promover la conciencia social sobre la salud mental o la promoción explícita del ‘mindfulness’ como remedio para los traumas psicológicos de la pandemia.
Por su parte, Huang espera que cada vez haya más interés en la meditación, ya que cree que si esta práctica se extendiese a gran escala “la gente sería más compasiva y se preocuparía de los demás tanto como de ellos mismos”.
Víctor Escribano