Johannesburgo, 17 sep (EFE).- "Una experiencia traumática de auténtico terror". Así recuerda Surav Jimmi, vecino de Durban, la ola de disturbios que, con la Policía desbordada, dejó 354 muertos en Sudáfrica en julio. Jimmi, como muchos sudafricanos, tramita ahora su licencia de armas porque no ve otra forma de estar a salvo.
"Fue una semana de no dormir, de estar en pie en la comunidad, de ver que disparaban a gente, de que nos dispararan", cuenta a Efe este músico y emprendedor desde el campo de tiro donde entrena en su ciudad (este de Sudáfrica), la más golpeada por la violencia.
"Ahora tendré la paz mental de decir 'si vuelven a atacarnos con armas de fuego, yo también estaré armado'", agrega.
Comparada por el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, con los convulsos tiempos del desmantelamiento del sistema racista del "apartheid" en los años 90, la ola de violencia que Sudáfrica vivió a comienzos de julio causó muertes y pérdidas millonarias (3.500 millones de dólares, según el Gobierno).
Aquellos días, las imágenes televisadas en directo del caos rampante en las provincias de Gauteng (centro) y Kwazulu-Natal (este) asestaron también un duro golpe a la confianza de los sudafricanos en las instituciones y fuerzas de seguridad, ya mermada desde antes por la criminalidad y la corrupción.
"La Policía estaba detrás de nosotros, los miembros de la comunidad. ¿Es eso algo en lo que podemos confiar? ¿Puedo decir que confío en que la Policía cuidará de mí?", cuestiona Jimmi.
SIN CONFIANZA EN LA POLICÍA
Como ocurre con Jimmi, el miedo a futuros incidentes está alimentando el interés de los sudafricanos por las armas, ya que la legislación permite -de momento, pues hay un proyecto de enmienda en debate- su posesión para autodefensa.
"(Los ciudadanos) pensaban que era el fin del mundo. Lo que ha pasado como resultado, específicamente en Kwazulu-Natal, es (un aumento de) cuatro o cinco veces el número de personas interesadas en adquirir competencias en armas de fuego", detalla a Efe Damian Enslin, presidente de la Sociedad Sudafricana de Propietarios de Armas de fuego (SAGA).
"Mucha gente pensaba, quizás ingenuamente, que si algo pasaba podía confiar en la Policía, que podía confiar en el Gobierno para protegerlos (...) Mucha gente vio que no era el caso", añade.
La misma tendencia ve en Johannesburgo Lynette Oxley, instructora y fundadora de "Girls On Fire", un programa enfocado a "empoderar" a las mujeres con las armas de fuego y a "combatir" así la violencia machista (otra grave lacra en Sudáfrica).
"Yo llevo un arma para defensa personal, algo que es obviamente muy importante en el contexto sudafricano. Las mujeres están desprotegidas. Si me ataca un agresor de más tamaño, la única forma de defenderme eficientemente es con un arma", dice a Efe Oxley, durante un descanso en el campo de tiro Cecil Payne.
"La Policía es incapaz, ineficiente (...) Siempre hago la broma de que no puedes llevar un cuchillo a un tiroteo. Eso es verdad en el contexto de Sudáfrica", agrega Tshepi Mmekwa, integrante de "Girls on fire".
No solo los amantes de las armas perciben esta tendencia. Grupos como la asociación Gun Free South Africa (Sudáfrica Libre de Armas) o Amnistía Internacional (AI) advierten, preocupados, el creciente interés.
"Respeto totalmente la forma en la que se siente la gente porque Sudáfrica no es un lugar seguro (...). Aun así, no pensamos que armar a todo el mundo sea la solución al crimen", apunta a Efe Shenilla Mohamed, directora en Sudáfrica de AI.
EL DILEMA DE RESTRINGIR LAS ARMAS LEGALES
Según cifras oficiales, en Sudáfrica -país con tradición armamentística y de caza, pero también con alta criminalidad y profundas desigualdades-, las armas registradas por civiles rondan los 3 millones (un 3 % de la población tiene licencia, la mayoría para autodefensa).
Se desconoce, por contra, cuántos millones hay en manos de criminales. Normalmente, proceden del contrabando o incluso de robos o corrupción policial, pero una parte deviene también de las armas registradas.
"Las últimas cifras que tenemos de la Policía son que, cada día, individuos con licencia reportan perder unas 24 armas", indica Claire Taylor, investigadora de Gun Free South Africa.
"En 1994 (fin del 'apartheid'), vimos un incremento similar de civiles que querían poseer armas. Cuatro años más tarde tuvimos las tasas más altas de muertes por arma de fuego: a 34 personas les disparaban y morían cada día en 1998. Esperamos ver un incremento similar de la violencia por arma de fuego en unos años", expone.
Esa tesis es rechazada por los tenedores de armas, que esgrimen que un reciente estudio de la Universidad de Witwatersrand (Johannesburgo), encargado por el Gobierno, concluyó que solo el 5 % de los crímenes registrados por la Policía está relacionado con las armas reguladas.
"Si quitas las armas a los ciudadanos que cumplen la ley, los únicos que tendrán pistolas son los criminales", recalca Enslin.
En lo que sí hay acuerdo es en señalar la responsabilidad gubernamental y de las fuerzas del orden en la inseguridad.
"Un área clave es profesionalizar la Policía y hacer que rinda cuentas. Pero poseer un arma no va a lograr eso, lo que hace es individualizar la seguridad", recalca Taylor.
"Nos están fallando, pero eso no significa que dejemos de pedirles responsabilidades. Cuanto más hagamos por ellos su trabajo, menos lo harán", concluye, por su parte, Mohamed.
Nerea González