Basilea (Suiza), 7 oct (EFE).- La Fundación Beyeler, uno de los museos más importantes de Suiza, abre este viernes en presencia de la reina Letizia una de las mayores exposiciones de arte de Francisco de Goya nunca antes vista en el extranjero, en la que se subraya la influencia del pintor aragonés en el arte contemporáneo.
La exposición, abierta para el público desde el 10 de octubre hasta el 23 de enero y que coincide con el 275 aniversario del nacimiento del artista, muestra 170 obras, entre ellas cuadros tan emblemáticos como El pelele, El aquelarre, los retratos de Carlos III, Carlos IV y Fernando VII, o uno de la Duquesa de Alba.
Aunque las obras más conocidas provienen del Museo del Prado (su director, Miguel Falomir, también participa en la inauguración) también hay obras del Museo Thyssen-Bornemisza, el Louvre parisino o la Galería Uffizi, entre otros, lo que da idea de la magnitud de esta muestra, la mayor del artista nunca antes vista en Suiza.
"Buena parte de estos trabajos apenas se prestan, o nunca habían sido prestados hasta ahora", destacó en la presentación de la exposición el director de la fundación Beyeler, Sam Keller.
GOYA ES UN CONTEMPORÁNEO MÁS
Lo más llamativo de la exposición, junto a la talla de las obras que muestra, es cómo trata a Goya como un artista contemporáneo más: sus obras se exhiben en un museo diseñado en los años 90 del siglo pasado por el prestigioso arquitecto Renzo Piano, un recinto que habitualmente muestra el arte más rompedor de la época actual.
Para Keller, sin embargo, el arte de Goya es perfectamente enmarcable en un museo así, dado el carácter personal y revolucionario del pintor de Fuendetodos (Zaragoza), patente en obras como los grabados de Los Caprichos y Los Desastres de la Guerra, que también pueden admirarse en la muestra de Basilea.
"Fue uno de los artistas que más influyó a creadores posteriores, desde Picasso a Miró o Francis Bacon, y es una referencia en el arte de hoy en todo el mundo", aseguró, y matizó que "esto es especialmente cierto en el mundo actual, lleno de confusión y en permanente crisis".
En similares términos se expresó el director del Prado, quien afirmó que "ningún artista del pasado o del presente se adapta a nuestra sensibilidad moderna, en un mundo violento, lleno de desesperación interior y falta de certidumbre".
Falomir recordó que Goya es junto a Velázquez, otro artista cuya mejor colección está en el Prado, una de las referencias del arte español, aunque opinó que "da la impresión de que cuando la economía va bien, el arte de Velázquez parece más atractivo, mientras que cuando el mundo se vuelve gris volvemos a Goya".
La muestra ofrece un paseo cronológico por la vida y obra del pintor, no sólo con sus conocidas pinturas como artista de la Corte sino también con obras religiosas, bodegones y sus enigmáticas obras de gabinete, como las de la colección del Marques de la Romana, que sólo habían sido exhibidas una vez al público con anterioridad.
Otras dos obras que rara vez pueden admirarse públicamente y podrán verse en Basilea son los dos cuadros de majas en el balcón pintadas por Goya entre 1808 y 1812, una de ellas de la colección privada de Alicia Koplowitz.
DEL REFINAMIENTO DE LA CORTE A LA CRUELDAD DEL MUNDO
No faltan los grabados que muestran la crueldad y violencia de la guerra de España contra la Francia napoleónica, los no menos sangrientos dibujos de tauromaquia que Goya imaginó en sus últimos años en Burdeos, u obras con brujas, salvajes, aquelarres y otros aspectos más irracionales del ser humano que fascinaron al pintor aragonés.
La exposición culmina con una película del artista francés Philippe Parreno que recorre con su cámara las 14 célebres Pinturas Negras, pintadas por Goya en la Quinta del Sordo (su residencia a las afueras de Madrid), demasiado frágiles para poder salir del Prado pero que los visitantes en Suiza también podrán admirar.
A quien no podrán ver es a la Maja Desnuda: su versión con ropa es la gran estrella de la muestra, y la protagonista del cartel anunciador, pero rara vez el Prado presta los dos cuadros juntos.
Por Antonio Broto