Estambul, 11 oct (EFE).- La buena noticia: con la pandemia del coronavirus bajo cierto control, las clases en las universidades de Estambul vuelven a ser presenciales este año. La mala noticia: es casi imposible encontrar una vivienda para alquilar.
"Llevo un mes buscando piso, es un trabajo a tiempo completo: mirar todos los días anuncios en la web, llamar a cientos de inmobiliarias", cuenta Cihan Cihangir, un estudiante de Antropología.
"Casi todos te dicen directamente que no tienen apartamentos en alquiler", asegura el joven de 20 años.
El problema de fondo es la escasez de plazas en residencias, solo unas 700.000 para más de 8 millones de estudiantes en Turquía, lo que hace que muchos recurran al mercado libre.
Todo ello, acompañado por una inflación galopante que se ha intensificado en este país durante los 18 meses de pandemia, hasta más del 20 % anual.
PROTESTAS COORDINADAS EN REDES SOCIALES
La vivienda en los barrios céntricos de Estambul, donde se ubica la mayoría de las universidades, siempre ha sido escasa, pero este otoño el problema ha llegado a provocar protestas callejeras.
Coordinados por una cuenta en Twitter que en pocos días superó los 30.000 seguidores, los 'Sin Techo' recurrieron a una original forma de manifestación: dormir en los parques urbanos o en un banco, rodeados de sus libros de estudio.
Otros prefirieron acampar en tiendas delante de su universidad y hubo alguna marcha con participantes envueltos en mantas o lonas.
"EXAGERAN"
La respuesta del Gobierno conservador islamista no se hizo esperar: el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, primero aseguraba que los jóvenes exageraban, destacando el elevado número de residencias estudiantiles creadas bajo su Gobierno, y el aumento de las becas a 600 liras (unas 60 euros) al mes.
Días más tarde se mostró más contundente. "Los que duermen en parques y jardines, lo digo claramente, en parte no tienen nada que ver con estudiantes", dijo.
"Se hacen llamar estudiantes, pero son una nueva versión de los sucesos de Gezi", añadió el mandatario, en referencia a las protestas ciudadanas de 2013.
Pero según Cihangir, el número de estudiantes en busca de un techo multiplica varias veces el de plazas disponibles en las residencias públicas de Estambul, donde una cama en una habitación compartida cuesta unas 600 liras al mes.
Hay también residencias gestionadas por cofradías religiosas que cuestan menos, pero Cihangir y sus colegas rechazan el ideario islamista que se difunde en estas instituciones.
ENORMES DISTANCIAS
Quedarse a vivir con los padres a menudo es imposible por la falta de espacio o por la distancia entre una vivienda en la periferia de Estambul hasta un campus en el centro.
Pueden ser dos o hasta tres horas combinando metro, tranvía, autobús y barco, "un atentado contra la dignidad humana" en palabras de Cihangir.
Un piso de tres habitaciones está a menudo por encima de los 4.000 liras, equivalente a 400 euros, una suma muy alta en un país en el que un 40 % de los empleados cobran el salario mínimo de 2.800 liras (280 euros) al mes.
"Todos tenemos un trabajo a tiempo parcial, de dos o tres días a la semana, y esto nos reporta unas 1.000 o 1.200 liras al mes", cuenta el estudiante.
SOLUCIONES MUNICIPALES
El problema no es solo una cuestión del mercado sino que también es político, aseguran desde la asamblea municipal de Estambul, controlada por el opositor partido socialdemócrata CHP.
Dogan Subasi, un alto cargo del CHP en la asamblea, asegura a Efe que la situación se agravó cuando la gestión de muchas residencias estudiantiles fue cedida a TÜGVA, una fundación conservadora encabezada por el hijo de Erdogan.
"La municipalidad no ofrecía viviendas, pero este año hemos abierto una primera residencia pública para 623 estudiantes y el año que viene incrementaremos la oferta", promete.
Más al sur del país, en Esmirna, se apuesta por becas municipales de 400 liras mensuales (40 euros) para estudiantes cuyas familias viven en la ciudad.
Cihan Cihangir al final tuvo suerte. Tras un mes de búsqueda intensa encontró finalmente un piso con tres habitaciones por el precio asequible de 2.300 liras en el barrio de Okmeydani, desde donde no tarda más de 40 minutos hasta el aula.
Pero como es habitual en Estambul, el piso se alquila vacío, y tras pagar fianza y conexión de luz, agua y gas, los tres compañeros prevén vivir un tiempo entre paredes desnudas hasta poder poco a poco ir amueblando su nuevo hogar.
Ilya U. Topper