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Daniele Luchetti: "En Italia no creemos en el Estado, pero en la familia sí"

por EFE (editor@lamegamedia.com)


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Madrid, 15 sep (EFE).- El realizador italiano Daniele Luchetti estrena el próximo viernes, 17 de septiembre, su película número 15, "Lazos", la historia de una separación imposible, según explica el director en una entrevista con Efe, porque en Italia, ni siquiera ahora, dice, es fácil decir "me he enamorado de otro, te dejo".

"La familia es una de las claves para poder entender nuestro país (Italia), nosotros no creemos mucho en el Estado, ni en el dinero, ni en la religión, pero en la familia sí, y por eso tenemos mucho miedo a las separaciones", señala el también actor y guionista, que fuera ayudante de dirección en las películas de Nanni Moretti.

"Lazos" es la adaptación del bestseller "Ataduras" del escritor Domenico Starnone, que también ha participado en el guion de la película, y está protagonizada por las estrellas del cine italiano Alba Rohrwacher, Laura Morante, Luigi Lo Cascio, Silvio Orlando y Giovanna Mezzogiorno.

La novela habla de un adulterio en los años 70, "un momento político en el que se ponía en discusión el rol de la pareja misma", explica el director quien avanza un poco la historia en la película y la sitúa en los ochenta, una época que le permite jugar con la ambigüedad; "en los 80 -dice- mis personajes pueden tomar decisiones".

Sin embargo, su protagonista no lo hace. "También es la historia de una cobardía, este hombre no es un héroe. La pregunta es, quizá, si existe esta clase de persona o todos llevamos dentro una pequeña parte de él", reflexiona el director de "La alegría de las pequeñas cosas" (2019).

"La idea de una familia perfecta va contra natura. Cuando leí la novela pensé que era una novela de terror, es decir: hablaba de cómo lo que tu eliges puede provocar el terror en otras personas", señala.

Y añade que "es imposible que la vida de un grupo de personas se mueva dentro de unos cánones perfectos".

Dicho lo cual, Luchetti confiesa que él mismo está separado, ha creado "una segunda familia" y las relaciones con la anterior "son buenas, pero no tanto como se ve en las películas", se ríe.

"Sé que el papel del macho está en discusión en todo el mundo, pero yo no quiero hablar de eso -precisa- sino de (...) un joven que cree con libertad puede conseguirlo todo de la vida, pero que no tiene la valentía de llevar a cabo la separación y eso lo convierte en un hombre triste, un cenizo".

Una caja con apertura disimulada donde el padre esconde un secreto es el símbolo de todo lo que oculta esta familia, a la que el espectador conoce en un momento en el que aquello ya no marcha y los niños, pequeños, asisten a un espectáculo bochornoso; pero pasan 30 años, la familia sigue unida y no se sabe qué ha pasado.

Así, se trata de una historia sobre un adulterio y cómo las decisiones (o las no decisiones) afectan a toda la familia, empezando por los propios protagonistas, pero sobre todo, a sus hijos que crecen hundidos en el rencor.

Llena de saltos temporales, la cinta muestra primero el punto de vista de Vanda (Rohrwacher y Morante en distintas edades), y luego el de Aldo (Lo Cascio y Orlando). El relato a veces sugiere que ella es la víctima, pero otras la muestra culpable, agria, dominante y un punto sádica que desprecia al Aldo pusilánime.

Luchetti dice que ha traducido al lenguaje del cine lo que la novela cuenta con su propio idioma; de ahí que la estructura epistolar del libro "se transforme en acciones, sobre todo del personaje femenino".

"Hay que adueñarse del libro, pero mantener una distancia, incluir cosas", apunta, y pone como ejemplo el comienzo de la cinta, con un baile en una boda, donde las miradas de los personajes ya descubren un mundo.

"El autor no estaba conforme, porque le parecía el comienzo de una comedia clásica, y no le gustaba, pero para mi eran importantes las caras, las expresiones; el escritor -afirma- está atado a las palabras".

Por supuesto, agrega con ironía, "el sentido de culpa flota sobre la película, aunque no se dice claramente". Y vuelve a bromear sobre esa herencia de la iglesia católica, "el motor, la energía de este país, que siempre lleva encima el sentido de la culpabilidad, mejor nos hubiera ido si la iglesia nos hubiera dejado otra cosa".



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