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Cultura

Cuando cuatro boricuas entraron al Congreso

por Hugo Marín (hugo.marin@lamegamedia.com)


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El famoso y tradicional poema, ¿Y tu agüela, aonde ejtá? (¿Y tu abuela, dónde está?), buscaba resaltar y exponer el racismo en Puerto Rico aludiendo a la inherente ascendencia africana  en todos los puertorriqueños, incluyendo a aquellos de rasgos europeos. 

Esta narrativa cultural reconoce la herencia africana en la puertorriqueñidad. 

Don Rafael Cancel Miranda, cuyas ideas de nacionalismo, cultura y ascendencia afirmaban la unidad afro-diaspórica, recordaba siempre a los boricuas sobre la experiencia compartida de racismo y opresión en los Estados Unidos contra los puertorriqueños y los aftroamericanos.  

A raíz del reciente fallido golpe de estado perpetrado por extremistas de ultraderecha y supremacía blanca, inevitablemente resurge la conversación sobre el atentado de 1954, cuando cuatro puertorriqueños irrumpieron una sesión en el Capitolio Federal y develando una bandera de Puerto Rico, abrieron fuego contra los Congresistas allí reunidos. Don Rafael era uno de ellos. En julio de 1954, fue sentenciado a un total de 81 años de cárcel por cargos que incluyen la “intención para derrocar el gobierno estadounidense”.

La misma sentencia se impuso a sus compañeros, Andrés Figueroa e Irvin Flores, mientras que a Lolita Lebrón, por ser mujer, le impusieron 56. 

Sus acciones fueron sin lugar a dudas excesivas, no obstante es difícil comprender qué razones llevarían a cuatro jóvenes a cometer este acto de violencia. 

Desafortunadamente, su entorno histórico pertenece a un período que no se enseña en las instituciones académicas de la isla, menos en los Estados Unidos. 

Don Rafael nació en 1930 en un ambiente donde Puerto Rico estaba regido por un gobierno militar, gobernado por generales de las fuerzas armadas estadounidenses. 

La bandera puertorriqueña (como todos saben, nuestro máximo emblema patriótico) estaba absolutamente prohibida y el mero hecho de poseer una, conllevaba causa para arresto. 

El ataque a la ciudad de San Juan y consiguiente invasión por el pueblo de Guánica en 1898, había dejado fuertes huellas en la población, que estaba sujeta a un nivel de opresión que marcó la vida de un pequeño Rafael para siempre. 

El Domingo de Ramos de 1937, un grupo de independentistas acordaron un evento pacífico para celebrar el aniversario de la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, y a la vez concientizar sobre el prisionero político Luis Albizu Campos. 

Los organizadores tenían los permisos según lo requerían las autoridades, sin embargo, el General Blanton Winship, gobernador nombrado por el presidente Roosvelt, decidió detener la actividad enviando sus soldados, dejando un total de 19 personas asesinadas, incluyendo una niña de nueve años que salía de la iglesia.

Los padres de Rafael fueron al evento, él se quedó bajo el cuidado de su abuela porque estaba enfermo. Se enteró de la masacre en la radio y pensó que habían muerto. 

Afortunadamente sobrevivieron, pero al regresar a casa, el niño vio a su mamá ensangrentada. Rafael siempre reiteró que ese momento despertó en él un sentido de nacionalismo emocional y comenzó a cuestionar el porqué en la escuela era obligado a prometer lealtad recitando el “Pledge of Allegiance” a un país que mataba puertorriqueños. 

El régimen estadounidense en Puerto Rico se encontraba en etapas tempranas de su desarrollo; nada estaba bien definido o delineado. 

Muchas personas se rehusaban a reconocer la autoridad estadounidense y la presencia de soldados –vistos como invasores extranjeros muy bien armados y quienes no parecían vacilar al momento de usarlas sobre cualquier persona– infunde el miedo.

Un sentimiento real, considerando la violencia que conlleva una invasión militar. 

Años más tarde, en 1950, una insurrección nacionalista en el remoto pueblo de Jayuya, desencadenó una serie de eventos que culminaron en el bombardeo por parte de aviones militares en Utuado y Jayuya. 

Cuatro años más tarde, un primero de marzo de 1954, Rafael, Lolita, Invin y Andresito, entraron al Capitolio. El atentado dejó un total de cinco congresistas heridos de bala. 

Desde una perspectiva moderna, puede resultar incómodo al procesar, sin embargo es parte imborrable tanto de la historia puertorriqueña como de la estadounidense. 

Durante su tiempo en prisión, Cancel Miranda conoció afroamericanos encarcelados y aprendió de los paralelos opresivos sistemáticamente impuestos por un gobierno constituido de hombres blancos quienes justifican abiertamente la injusticia con una noción de superioridad. 

Tras pasar 25 años en prisión, Rafael fue liberado. 

Nunca dejó atrás las causas por la liberación de Puerto Rico, y consciente de los afroantillanos como extensión de la diáspora africana, dedicó gran parte de su tiempo a fortalecer los lazos entre la comunidad boricua y afroamericana en Nueva York. 

Murió el 2 de marzo de 2020; tenía 89 años. Era el único sobreviviente del grupo. 



 
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