Buenos Aires, 29 sep (EFE).- Una especie de "libertad refrendaria" subsumida en el "caos" permanente de la ciudad convirtió a Buenos Aires, o más concretamente a sus paredes, en objeto codiciado por artistas visuales urbanos, que encontraron en el espacio público y el beneplácito de los habitantes un lugar para plasmar sus obras.
La capital argentina alberga uno de los movimientos de arte urbano espontáneos e independientes más activos de América Latina, acompañado desde 2009 por una ley de muralismo que permite a los artistas, con la autorización de los dueños de las propiedades, expresarse libremente en sus paredes.
Alrededor del mundo, el arte urbano abarca variedad de expresiones y un aspecto en común: el estrecho vínculo con la idiosincrasia de cada sociedad y la relación que mantiene con su espacio público.
En ese sentido, el artista francoargentino Pol Corona destaca la energía de Buenos Aires: "La apertura mental de la gente, de la sociedad, te abraza y te invita a pedir permiso para que puedas entablar una relación con los dueños de las paredes".
Esa buena predisposición de los habitantes se refleja desde hace unos años en las actividades que la ciudad desarrolla para difundir el arte callejero.
Entre ellas, las varias ediciones de Color BA, festival que convoca a artistas nacionales y extranjeros, y en el que se intervinieron aproximadamente 15.000 m2 de fachadas, paredes y medianeras.
Al margen de las regulaciones, las características contraculturales de esta actividad artística se manifiestan espontáneamente en graffitis, "stencils" (plantilla reutilizable sobre la que se aplica aerosol), pegatinas, "stickers" y murales, que abundan con y sin permiso en la ciudad.
Cecilia Quiles, miembro de Graffitimundo, organización que apoya y difunde el trabajo de artistas urbanos de Buenos Aires desde hace más de una década, ahora también desde la Galería Unión, entiende que a diferencia de lo que sucede en otros países en los que el espacio público está sumamente regulado el concepto aquí es difuso: "Es otra la mentalidad, otra la memoria reciente".
LOS ANTECEDENTES
Más allá de una extensa cultura de expresiones políticas, pósters e inscripciones diversas en las paredes, el gran detonante del arte urbano, de la mano de la expresión graffitera y de la técnica del "stencil", fue la crisis económica del 2001, "el que se vayan todos".
Sumado a los "cacerolazos", el centro financiero de la ciudad y los edificios gubernamentales se cubrieron con pintadas de protesta por las restricciones a la libre disposición de los depósitos bancarios.
En ese contexto, artistas del diseño gráfico y de la animación, que ya habían hecho intervenciones en el espacio urbano, comenzaron a reunirse en barrios residenciales de la ciudad.
"Así surge en Buenos Aires y luego en otras ciudades del país la escena del arte urbano y los murales a gran escala", comenta Quiles.
La situación económica y la misma naturaleza colaborativa del muralismo hicieron que los artistas compartieran pinturas y herramientas.
Con látex, rodillos y pinceles, estos grupos comienzan a pintar en construcciones, sectores grises de plazas y lugares abandonados. Las obras entusiasmaron a los vecinos y algunos de ellos ofrecen fachadas y paredes.
EXPLOSIÓN DE ARTE URBANO
A partir del 2011 hubo una explosión de arte urbano: "El surgimiento de todo lo que fue una expresión no comisionada, con permiso y sin permiso, que luego se volvió tendencia", explica la miembro de Graffitimundo.
Al poco tiempo, los locales comerciales de los barrios de Palermo y Villa Crespo, cansados de "las libres expresiones" (dibujitos, firmas, frases) en sus paredes, comenzaron a encargar la decoración de sus frentes a aquellos artistas callejeros a los que les interesara hacerlo.
"Empieza una especie de profesionalización y aparece el cliente. Al mismo tiempo, otros artistas empiezan a dedicarse más a la obra en estudio, a trabajar en galerías de arte y a armar exposiciones en el país y afuera", dice la especialista.
IDENTIDAD ARTÍSTICA BARRIAL
"Hay muchos barrios que ya tienen su identidad, otros que la van construyendo, porque quizá hay un artista que se instala y empieza a autogestionar, a contactarse con vecinos, con artistas de la zona", agrega.
Mientras barrios como La Boca tienen una identidad artística desde hace más de cien años, otros como Barracas necesitaron el impulso de un artista como Marino Santa María, que transformó en una obra de arte el pasaje Lanín, al intervenir 40 fachadas con pintura y mosaicos venecianos.
"El arte urbano está por toda Buenos Aires" en muchos barrios, subraya la especialista, que afirma que esta es una de las principales ciudades del mundo donde se expresa.
"No sé si hay un puesto en un ránking, pero algo a destacar es el contexto mismo, que es súper único", expresa.
Julieta Barrera