Anama (Brasil), 28 may (EFE).- "Bienvenido a la Venecia de la Amazonía", reza un cartel en Anamã, en el norte de Brasil. Como cada año, la subida del río ha llenado de agua sus calles, pero ahora se prepara para su mayor inundación: las canoas han sustituido a los autos y las serpientes y yacarés merodean por los palafitos.
Noé Vieira do Carmo, un pequeño productor rural de la región, ve desde hace semanas cómo el agua amenaza a su ganado, aislado en un montículo de tierra que él mismo levantó para proteger a los animales.
"Doy gracias a Dios por esa montículo de tierra. No he perdido a ningún animal, pero el agua de los ríos va a subir más y solo tengo esa tirita de tierra", lamenta en declaraciones a Efe.
Con la subida del río Amazonas en su curso alto, la ciudad queda completamente inundada. El nivel del agua ya superaba en estos días los 17 metros en Anamã y en las próximas semanas podría sobrepasar el récord alcanzado en 2015, cuando llegó a los 18,24 metros.
Además de las inundaciones, otro temor agobia a Noé: la presencia de yacarés. Los reptiles han proliferado en las aguas junto a otros animales, como serpientes, escorpiones y arañas venenosas.
"Los yacarés están atacando a los perros y tengo miedo de que se acerquen aquí, porque hay unos bueyes pequeños", asegura mientras observa la devastación desde su embarcación.
El agricultor, de 44 años, también ha perdido toda su plantación de plátanos, papayas y maracuyá, la cual se sitúa en la comunidad de Vila do Cuinha, en la zona rural de Anamã, a 160 kilómetros de distancia en línea recta de Manaos, capital del estado de Amazonas.
"Lo apostamos todo para este año: preparamos tierra nueva y la plantamos de la mejor manera. Nadie esperaba esto. En 15 días el agua subió muy rápido y acabó con todo. Ahora hay que esperar. Cuando la tierra vuelva a aparecer, lo intentamos. Por ahora, estamos sobreviviendo", cuenta.
Como otros muchos vecinos de esta localidad de cerca de 14.000 habitantes, Noé, cuyo nombre heredó del personaje bíblico, se desplaza en una pequeña canoa de madera con unos remos.
Las escenas se repiten en muchos puntos del estado de Amazonas, donde al menos 50 de sus 62 municipios se han visto afectados por la subida de los ríos.
ANAMÃ, LA CIUDAD ANFIBIA
Anamã lleva años convertida en una "ciudad anfibia". Para escapar de las inundaciones, los habitantes y comerciantes se han visto obligados a construir "marombas", como se conocen en Brasil los pisos hechos con tablones de madera y situados en la parte superior de las casas de palafita.
"Todos los años se inunda la calle, pero este año el agua entró dentro de la casa. No sé qué vamos a hacer. Usamos todo nuestro dinero para hacer esta casa, pero se ha inundado igualmente", afirma la pescadora Ana Pinto, de 43 años, quien invirtió todos sus ahorros para construir un altillo.
Muchas familias han tenido que abandonar sus hogares, el agua potable llega turbia y con mal olor, los productos comienzan a escasear en las tiendas y los pacientes de los hospitales de la región son atendidos en balsas.
Mientras tanto, la vida parece haberse detenido por instantes en esta pequeña villa.
Euridice Castro pasa horas observando desde la ventana junto a su sobrino pequeño, mientras su hijo Aquiles juega en el agua, donde decenas de niños se divierten haciendo piruetas desde lo alto de las casas o las porterías de fútbol, ahora sumergidas.
Las inundaciones también se han llevado por delante el recelo por la pandemia del coronavirus, la cual azotó fuertemente el estado de Amazonas durante la primera y segunda ola de una crisis sanitaria que ya deja más de 455.000 muertos en el país.
Nadie usa máscara en los canales de Anamã y poco se habla del virus. La única preocupación de sus habitantes es cuándo comenzará a bajar de nuevo el nivel del agua.
"Nos hemos acostumbrado a vivir así. La inundación hasta ha ayudado a calmar la pandemia por aquí. La gente solo sale de casa para pescar, es todo lo que podemos hacer", asegura Euridice.