Kabul, 12 oct (EFE).- Afganistán está al borde del colapso sanitario y financiero tras el corte del flujo de la ayuda internacional con la llegada de los talibanes al poder, mientras la cercanía del invierno extremo no hace más que disparar las alarmas.
La celebración este martes en Italia de un G20 extraordinario sobre Afganistán parece ser una de las últimas oportunidades para que la comunidad internacional reactive ya la asistencia humanitaria a un país donde la mitad de su población depende de esa ayuda.
"La economía de Afganistán depende mucho de la ayuda exterior y esa ayuda exterior se ha agotado. Esto ha tenido un impacto devastador en la gente, que ha perdido su trabajo, las clínicas de salud han cerrado, los precios de los alimentos se han disparado", explicó a Efe el portavoz regional de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU, Pierre Peron.
"La gente se está quedando literalmente sin comida ni efectivo", advirtió Peron, quien subrayó que la economía debe volver a su senda cuanto antes, ya que, aunque ahora "hace calor, el invierno se acerca rápido y hará mucho frío justo cuando la gente sea más vulnerable".
Peron insistió: "Necesitamos brindar asistencia humanitaria antes de que sea demasiado tarde".
Los fondos de la comunidad internacional suponían alrededor del 43 % del PIB anual del país, según los datos del Banco Mundial, pero la llegada de los talibanes al poder el pasado 15 de agosto supuso su suspensión inmediata, desencadenando el cierre de bancos, la pérdida de empleos o el duro impacto en la actividad comercial.
Unicef alertó en un comunicado de que la cumbre del G20 de hoy es una cita "fundamental" para evitar una catástrofe humanitaria en Afganistán, cuando hay "un millón de niños que padecen malnutrición aguda y corren el riesgo de morir", por lo que debe fluir otra vez de manera rápida y sin restricciones esa asistencia.
El portavoz de Unicef en Afganistán, Salam al-Janabi, explicó a Efe que, a pesar de que en septiembre la comunidad internacional se comprometió a aportar más de 1.000 millones de dólares "para salvar las vidas de 10,8 millones" de necesitados en el país asiático, solo se ha recibido por el momento un pequeño porcentaje de esos fondos.
"Los vaivenes económicos empujan cada vez a más personas en Afganistán a la crisis. Con el invierno acercándose muy rápido, en medio de la sequía, y los brotes de sarampión y de diarrea aguda por el agua, millones de niños tienen las horas contadas", alertó.
Además, añadió Al-Janabi, más de 4,2 millones de niños siguen sin ir a la escuela, la mayoría niñas, y, a medida que la crisis empeora, muchos niños están "en riesgo" de padecer trabajo infantil. Las necesidades humanitarias van en aumento y "queda mucho por hacer".
DESPLAZADOS INTERNOS
Entre los 18 millones de personas que necesitan asistencia humanitaria para sobrevivir, se encuentran 3,5 millones de desplazados que tuvieron que huir de sus hogares debido a la guerra o la sequía, casi 700.000 solo este año, que viven en situaciones límite a la intemperie y con escasez de alimentos.
Nooria, de 40 años, se encuentra desde hace casi tres meses acampada bajo un trozo de tela en un parque de Kabul, donde la acompañan sus siete hijos, el mayor de ellos de solo ocho años, tras huir de la violencia en la provincia nororiental de Kunduz.
"Mi marido murió y mi hijo perdió las dos piernas en la guerra. Vivo aquí con mis hijos en esta tienda de campaña. Paso la noche en vela para cuidarlos, están enfermos", se lamentó a Efe la madre.
Además, dice, solo se alimentan de los restos de comida de los restaurantes: "Pedimos a la gente trozos de pan y recolectamos la comida que los restaurantes tiran a la basura y la comemos".
Muazuddin, de 70 años y proveniente de la provincia norteña de Balkh, tiene una historia similar a la de Nooria, y asegura a Efe de que él y su familia llevan más de dos meses acampados en ese parque en una situación "terrible" y sin recibir apenas ayuda.
Los talibanes están tratando de devolver a estos desplazados a sus lugares de origen a través de un programa del que se han beneficiado ya "cientos de familias", y que "continúa para vaciar los parques de Kabul", explicó a Efe un funcionario del Ministerio de Refugiados y Repatriación que pidió el anonimato.
Sin embargo, gente como Muazuddin rechazan esta iniciativa porque "solo cubre el costo de transporte" para llegar a una aldea donde lo perdieron todo.
"¿Qué comerán allí nuestros hijos, dónde nos instalaremos? Nuestra casa quedó destruida, ¿qué haremos en esa aldea en ruinas?", se preguntó el anciano.